En Estados Unidos, su presidente Barack Obama, expuso en un acto público por febrero de 2013, que la impresión 3D tenía un gran poder para revolucionar la manera de como se hace casi todo. La opinión del presidente fue meditada, pues la impresión 3D se sitúa, como el futurismo de la producción a pequeña y gran escala, ¿pero realmente será tan benefisiosa para nuestra sociedad?

Además de conocerla como manufactura aditiva, la impresión 3D es un proceso en el que se confecciona un objeto tridimensional, con la base de un modulo digital, trabajado en software de cómputo, clic aqui.

La impresora vacía el material plástico, por mediación de un dosificador, y así generar un sinfín de capas que, al final, se convertirá en un producto realizado, ya sea un tazón, una muñeca o una pieza para ensamblar un automóvil completo.

A quien le apetezca entrar en este mundo, tendría que plantearse estos pasos: se compra una impresora 3D que vale aproximadamente unos 2 mil dólares; se lleva a casa e instala; se tiene conocimiento de su funcionamiento, que no tiene mucha complejidad y se suministra el material para impresión, conocido como ABS – que es como un hilo gordito – por no llega a 50 dólares por carrete.

Ya lo tenemos todo, ¿qué más? Entonces crear un mundo diferente, pues las posibilidades no tienen fin.