Debemos señalar que los pacientes hipocondríacos graves, no suelen ir a la consulta del médico, es por el miedo a que les diagnostiquen una enfermedad. La hipocondría puede llevarnos a la depresión, porque no se encuentre un diagnóstico tranquilizador.
Un hipocondríaco suele saber la manera en que debe tomarse el pulso, temperatura y tensión arterial, pudiendo efectuarlo bastantes veces al día; igualmente, es sabedor de qué alimentos y bebidas le provocan una mala digestión y los grados de temperatura convenientes para su salud. Los psicologos son conocedores, de que este trastorno afecta muy a menudo a muchos miembros de una misma familia. Existen familias, que son especialmente sensibles y están predispuestas hacia la interpretación de los signos de enfermedad en todos los ámbitos de la vida. De esta manera, los miembros de la misma familia aprenden a interpretar con negatividad cualquier signo corporal y lo asocian con angustia, miedo o ansiedad.
Cuando el médico les expresa con seguridad, que no existe evidencia patológica orgánica para la justificación de esta sintomatología y que se trata de un trastorno psíquico, muchas personas se niegan a admitir esta noticia y, en lugar de empezar con el correspondiente tratamiento psiquiátrico, empiezan un largo peregrinar en localización de otros médicos y de complejas exploraciones complementarias que puedan descubrirle la causa de sus molestias.
Debido a la somatización (proceso por el que una afección psíquica pasa a ser orgánica) constante, de los síntomas que la persona que padece de hipocondría puede presentar, esta enfermedad ha pasado a la consideración de una enfermedad mental que puede alcanzar a ser grave.
Fuente: en positivo