Recuerdo que mi difunta abuela siempre estaba diciendo que le hubiese encantado tener una casa con patio. Un patio, decía, para plantar naranjos, y poder comer naranjas y embriagarse con la flor del azahar. Una estampa muy idílica, ¿verdad? Y muy normal en una andaluza que echa de menos los naranjos de su tierra. Yo nací en Madrid, así que no puedo decir que sea andaluza y que entienda su nostalgia, aunque parte de mi sangre sí lo sea. De todas formas, da que pensar que mi abuela y yo tengamos una cosa en común: a las dos nos encantan las naranjas; lo que pasa es que no soñamos con lo mismo, ni mucho menos.

A mí los patios bellos y bucólicos llenos de naranjos me parecen muy bonitos, sí, pero para verlos, no para tenerlos en casa. Mi abuela es que era una mujer muy ingenua, porque creo que nunca se paró a pensar en el trabajo que le daría cuidar solo de uno de esos árboles. O igual sí y no le importaba. En ese caso, más que ingenua era una inconsciente. En fin, yo sí lo he pensado, porque soy una persona muy pragmática. Y como persona práctica que soy, ni siquiera veo útil desplazarse hasta el supermercado para comprar naranjas. ¿Para qué, pudiendo hacerlo a través de una tienda virtual?

No me van a creer, pero eso no hará que sea menos cierto: existen las naranjas online. O sea, tú te sientas frente a un ordenador, te conectas a internet, entras en Google, escribes eso y te salen tiendas en las que puedes comprarlas; y quien dice naranjas, dice manzanas. Sorprendente, ¿eh? Para mí ya no tanto, porque, desde hace meses, es mi medio de compra de fruta habitual, y sobre todo, de naranjas. Seguramente haya sido una de las mejores decisiones de mi vida, porque el sistema es comodísimo.

Si quieres una recomendación, aquí tienes una web bastante aconsejable para comprar tus naranjas online.