Por fin, y tras tantísimos años esperando a tener una oportunidad propicia, me he comprado un portátil nuevo. No es de los más caros ni pijos del mercado, pero tampoco de los peores; es bonito y, lo más importante de todo, es muy, muy superior a mi portátil nuevo. Eso no era muy difícil: el susodicho portátil ya tenía siete años. ¡Y los sigue teniendo! Porque, lo crean o no, sigue funcionando. La verdad es que en parte es gracias a su suerte y a la mía, pero, en especial, a mi iniciativa cada vez que se le rompía algo. El monitor, el lector de cds, el ratón táctil… Para arreglar todo eso, era necesario contactar con un buen servicio dereparación de portátiles.
Poca broma con eso, ¿Eh? Gracias a la reparación de ordenadores portátiles, el mío, el viejo, sobrevivió incluso más años de los que debería haber sobrevivido. Más que un anciano, era ya un no-muerto. Pero es que no he podido comprarme uno nuevo hasta ahora, así que yo le agradezco en el alma todo lo que aguantó por mí. En el fondo soy un sentimental y me gusta guardar en la memoria a todos y cada uno de esos objetos, aparatos eléctricos y aun cacharros de cocina, entre otras cosas, que me han ayudado siempre. Suelo usar un minuto para despedirme de ellos cuando se rompen y antes de tirarlos a la basura… Eh… Pero mentalmente, claro.
Los años de esfuerzo han dado sus frutos y la reparación de ordenador portátil, también. El servicio me ha sido muy útil durante todo este tiempo, pero ha llegado el momento de disfrutar un tiempo (largo, espero) de las cosas nuevas. De todas formas, cuando se le rompa algo a mi portátil nuevo, ya sé a quiénes llamar. Espero que eso tarde en ocurrir, pero que, cuando ocurra, sigan existiendo. Yo creo que sí.