Es tan antigüa como la propia humanidad, la discusión sobre si existe el libre albedrío, si un ser humano se encuentra ante al futuro como delante de una página en blanco, o si toda está plasmado en ella: la voluntad de elegir frente al determinismo tiene tantos a favor como en contra.

Es parte de una historia, que no será más que el destino avanzando en un sentido negativo. Podemos ir más allá y preguntarnos hasta qué razón lo que se llama “libre elección” es así, como en el momento opcional entre el bien y el mal.

Creciendo en un marco de buenos ejemplos familiares o sociales, donde frecuentemente vemos en nosotros o en otros las favorables consecuencias de lo honesto y el recto parecer, o por la contra mi infancia y adolescencia han estado donde los malos hábitos, la infidelidad, la mentira eran una cosa normal, con el concepto de obtener pequeñas y cotidianas ventajas de cada desliz hecho con astucia.

Smiles escribió: “la gente no delinque, no por virtud, sino por el miedo a ser descubierta”. Yo, antes de conocer siquiera que este señor existía, escribí alguna vez: “mucha gente es buena porque no tiene el coraje de ser mala y arriesgarse a las consecuencias.”

De todas formas, el estudio del Esoterismo, como en tantos otros ámbitos, da un poco de luz sobre estas cuestiones: existe tanto el determinismo como el libre albedrío. Hay cosas que podemos elegir, y otras en las cuáles sólo retocar sus efectos.

Gráficamente, mi vida es como una barca navegando por un río. Puedo dejarme llevar por la corriente (quizás con velocidad al destino, quizás contra unas rocas que aparecen) o puedo, a fuerza de remar, aproximarme a la orilla, anclar en el medio o remar en contra corriente. Pero ese es el río de mi vida, y dentro de él, y sólo de él, me tengo que desenvolver.

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