Vivo en Barcelona, lo cual, para las personas aficionadas al manga y anime o los comunmente denominados y autodenominados otakus, sabrán que supone tener una suerte impresionante. Sí, es cierto: el Salón del Manga de Barcelona es el mejor de España, y por eso no puedo faltar nunca a mi cita anual; aunque todo sea dicho, empieza a perderse su esencia. Las primeras veces que fui todo era menos agobiante, más “por fans y para fans”; pero pronto se convirtió en toda una industria, en algo con unos horarios y unas reglas que había que cumplir a rajatabla porque, claro está, daba mucho dinero.
Sigo yendo al salón y seguiré yendo, eso lo tengo más que claro, pero echo tanto de menos esos tiempos en los que todo era sencillo que se me ha ido la olla y he decidido, agárrense a lo primero que encuentren, organizar mi propio salón del manga. Pero a este solo invitaría a mis amigos más cercanos, a una porción reducida de gente, es evidente. Tampoco habría stands, o quizá sí, pero de comida, bebida y cosas hechas a mano (tengo una amiga a la que se le dan de miedo); y, eso sí que no puede faltar, concurso de cosplay y karaoke. Para hacer todo esto antes necesito partir de lo básico: un local de alquiler en Barcelona.
Porque no lo voy a celebrar en la calle; primero porque no puedo, a menos que pida permiso; y segundo, porque no quiero que todo el mundo se entere: como ya he dicho, es algo privado. Un local en Barcelona es perfecto para eso: huiría de miradas ajenas indeseadas y mis amigos y yo tendríamos un hueco en el que rememorar los buenos tiempos del Salón del Manga de Barcelona; esos en los que todos nosotros nos conocimos. Y lo dejo aquí porque me voy a poner nostálgico.
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