Elegir a un buen fotógrafo de boda, es tan complicado que casi siempre se sufre en el intento. Algunos de los que empuñan una cámara para captar el deseado momento de una pareja, lo hacen solo para ganarse la vida mientras llega la oportunidad de hacer otra clase de fotos. Quizá por ello no son muchos los que teniendo un buen criterio estético se toman ese trabajo como un verdadero oficio. ¿Quién no se ha reído al ver algunas fotos de recién casados en los escaparates de los estudios fotográficos? Pues a eso me refiero.
La fotografia de bodas, es una de las mejores maneras de conocer cómo cambia un país. Para cerciorarnos, basta con revisar algunas fotos de Virxilio Viéitez, un cronista social que inmortalizó con su cámara durante décadas, las bodas que se producían en la Galicia profunda. Pero además, el libro Vivan los novios, en el que podremos observar, muchas de las cientos de bodas tomadas desde 1979 por Juan de la Cruz Megías, ganador del premio “portfolio” en el año 2000 de Photo España. Los dos tienen en común, un estilo directo que nada tiene que ver con los reportajes que se hacen ahora.
El uso de la eficacia, es algo que llevamos bastantes años notando en los álbumes. Antes de que la fotografía se digitalizase, muchas personas que se dedicaban a retocar fotos, hacían su buen negocio con esa clase de encargos. Con sus pinceles, eliminaban las motas de polvo que hubiese podido deparar el revelado, pero también aumentaban los tonos de color de los labios o borraban las imperfecciones del rostro de la pareja. También era usual, el uso de filtros en el objetivo de la cámara, para lograr cosas especiales de lo más empalagosas, como los famosos difuminados.
Pero lo que volvió de locura, a los estudios fotográficos del ramo fue Photoshop. Tras varios años utilizándolo en enlaces nupciales el balance es siniestro, pues muchos lo usan como verdaderos locos del pixel. El pretexto suele ser el de ofrecer reportajes de boda ‘distintos. La falta de práctica en el uso de la herramienta y un criterio estético inútil con el que en algunas veces se emplea, ha creado auténticas monstruosidades.
Fuente: christian roselló