En Saigón hay ciertos tipos de bares que exteriormente parecen muy misteriosos. Suelen tener los cristales tintados y anuncian cerveza y billares.
Es fácil para un turista perdido acabar ahí. Se pide una cerveza y en seguida se le acerca una chica joven que le dice lo guapo que es mientras le acaricia. Para romper el hielo, le puede ofrecer una partida de billar con algún tipo de apuesta picante de por medio. Una apuesta imposible de ganar, porque son muy buenas jugadoras.
El extranjero sigue bebiendo mientras la chica le hace compañía, a cambio de pagarle la bebida a ella también y algo de propina antes de despedirse. Algunos de estos locales en Saigón tienen el letrero en japonés; será porque los hombres japoneses que vienen de negocios a Vietnam deben frecuentarlos, no tiene otro sentido. La calle Le Thanh Ton en Saigón, por ejemplo, está llena de restaurantes de comida japonesa y de bares de este tipo.
La versión más generalizada de estos bares es que la compañía de la chica puede acabar en sexo, ya sea una felación o un polvo. En muchos casos, no hace falta ni salir del garito, ya que siempre tienen la «habitación de atrás» donde llevar a cabo esos actos. Obviamente, la propina que se deja a la chica después depende de los servicios ofrecidos, sólamente compañía o algo más.
Los masajes y el Happy End.
La cultura del masaje es muy popular en Asia. Cada cierto tiempo es recomendable y saludable para el cuerpo, darse un masaje que cruja las articulaciones y ponga a tono los músculos. En el sudeste asiático además, los masajes exfoliantes ayudan a que la piel no acumule grasa debido a la humedad del clima.
Los salones de masajes y centros de spa con circuito de sauna, baño turco y piscinas de agua fría son establecimientos muy frecuentados, y la mayoría de hoteles también ofrece estos servicios.
Lo normalizado, es un masaje de una hora en espalda-piernas-pies-brazos-cabeza y lo habitual es darse el masaje en ropa interior, para que el efecto de presión sobre la piel se note más. Es entonces cuando surge la astucia de algunas masajistas que durante el masaje en la zona del muslo no dudan en llevar la mano un poco más allá y rozar sin querer queriendo los genitales. El cliente se pone palote y le sugieren terminar la rutina del masaje con un Happy End, un final feliz, descargando el pajarito. Obviamente, esto no es parte del servicio normal y entra en la propina que se le da luego a la masajista.
El problema es que la cosa degenera y algunas masajistas listillas cuando llevan sólo media hora de masaje te empiezan a tocar los cojones (literalmente) y empiezan a dar la chapa con el Happy End. Para cualquier hombre resulta imposible no excitarse si no dejan de masajearle a uno ahí abajo y tienes que andar discutiendo para que te deje en paz y haga el masaje en condiciones. Por eso es habitual distinguir entre sitios de «masajes limpios» y «masajes guarros», y mira tú por donde los masajes en los hoteles más caros suelen ser los más guarros.